De: Néstor
Crecimiento genuino
El crecimiento aparente, está basado en la acumulación y por lo tanto, es ficticio, por estar sustentando en la especulación. Necesita del impulso que da el condicionamiento egocéntrico y genera dependencia, comparación, competencia, inseguridad, odio, inestabilidad, conflicto, etc. Facilita el desarrollo de la fantasía y está asociado a la nulidad, es decir que nos inpulsa a realizar esfuerzos enormes para no llegar a ningún lugar. No obstante, todo sirve, en la medida que entendamos que perderse a sí mismo, es la mitad del camino a recorrer para encontrarse.
El crecimiento genuino, no produce hipertrofia de la mente, por estar basado en la unión alma/espíritu. Si observamos la línea evolutiva que traza la sucesión de los estados de conciencia, veremos que avala por sí misma, nuestro crecimiento interior; aumentando en forma proporcional, nuestra capacidad de amar al prójimo y de sincronizar con la Unidad existente en todas las cosas. Este modo de vivir despiertos, abarca incluso las horas de descanso a lo que se denomina anastasis; porque la conciencia despierta, sigue operando más allá de toda interferencia, cuando ha cesado el parloteo de la mente. La libertad ya no pasa por hacer lo que deseamos, sino que pasa por vivir conscientes. Nada más. Cuando alcanzamos tal estado de certeza, cesa la dependencia y los efectos del condicionamiento, se tornan inoperantes; ya no respondemos a la sucesión de estímulos que adormecen nuestra mente y la convierten en mecánica; muy por el contrario, los detectamos en su accionar disociado, casi antes de que los hechos sucedan. Sin miedo, la fortaleza es enorme. Vivir despiertos, conscientes, nos permite gozar de cada cosa que hacemos, jugando al saber del no-saber con alegría y en paz; dejando que las circunstancias cambiantes se manifiesten a su modo, sin que afecten nuestro equilibrio interior. No hay duda, que es la forma más simple y profunda de entrar en lo sagrado que poseen todas las cosas y también, al sitio común; donde nos es posible practicar el bien común y percibir lo que acontece de la mano del sentido común. Bajo esta condición, aún en soledad, hay compañía. Cuando aprendemos a compartir con los demás, la solidaridad crece y ya no buscamos agradar a los demás, aún a consta de dañárnos, sino que aprendemos a integrarnos desde el alma con el otro en su otredad. Sólo así, entendemos que estar conscientes del paso que estamos dando en este momento en nuestra existencia, es más importante que llegar a ningún lugar. Vivir en el Ser, es servir al Amor.
Néstor Hugo Almagro
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