Caso Macri: un llamado de atención sobre
el riesgo que corren las libertades civiles
Lo preocupante no es si Mauricio Macri pierde la jefatura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, sino el futuro de las libertades civiles. En caso de que la sociedad no reaccione, las libertades más elementales quedarán anuladas.
por Roberto Cachanosky
La semana pasada vi por televisión varios debates sobre el procesamiento de Macri. Lo primero que percibí en esos debates es el grado de resentimiento y falsedad de buena parte de la dirigencia política. En primer lugar porque ya lo declaran culpable cuando todavía está siendo procesado y, en segundo lugar, porque me tomé el trabajo de leer el fallo de la Cámara que confirma el procesamiento y, sin ser abogado, pude advertir la argumentación forzada que hizo la Cámara para continuar con el procesamiento. Al respecto, también la semana pasada Carlos Mira escribió una columna en este sitio y comenta claramente los argumentos endebles de los jueces para seguir con el procesamiento.
Como dice Carlos Mira, del fallo se desprende que como Macri conocía a Palacios y Palacios conocía a James, Macri no podía ignorar lo que hacía Ciro James, agregando que como Macri tenía como gran lema de su campaña la creación de la policía metropolitana, no podía dejar de saber que había pinchaduras de teléfonos.
Siguiendo con el razonamiento de la Cámara, uno podría decir que ante el escándalo de los negociados con Venezuela, Néstor Kirchner tendría que ser procesado porque siendo presidente no podía dejar de conocer que había una embajada paralela. Es más, el mismo Bielsa le había advertido del caso. O, para tomar otro hecho, Oyarbide debería procesar a Kirchner porque su ex secretario de Transporte, Ricardo Jaime, está sospechado (creo que todavía no fue procesado) por casos de corrupción, siendo que Kirchner siempre hizo gala en sus discursos de la obra pública y del transporte, continuando con el razonamiento de la Cámara, Kirchner no podía estar ajeno a lo que hacía su secretario de transporte.
¿Por qué la justicia no investiga a Cristina Fernández en el caso Antonini Wilson, siendo que éste viajó en un avión alquilado por el gobierno Argentino y ella no podía ignorar que Antonini Wilson traía valijas llenas de dólares a la Argentina sin declararlas? Es más, ¿cómo es posible que ella, que tan atenta está a sus actos, no advirtió que Antonini Wilson estaba en la Casa Rosada en un acto oficial? Los ejemplos podrían seguir y llegaríamos a la conclusión que una parte de la justicia se ha politizado de tal manera que hemos llegado a un punto donde ya no existe el estado de derecho sino que vivimos en un sistema en el cual, quien llega al poder, utiliza los resortes que tiene a sus disposición para enriquecerse personalmente, presionar a quienes no están de acuerdo con sus ideologías o se atreve a denunciar las barbaridades que dice o hace el oficialismo.
Al respecto, mi experiencia personal es que en cuatro años he tenido 3 inspecciones de la AFIP (una está en curso), siendo que mi patrimonio y mis ingresos son monedas comparadas con los ingresos y patrimonio de Kirchner, cuyas declaraciones de ganancias no resisten el menor análisis, no deja de llamar la atención que la AFIP siempre ponga la lupa sobre mis declaraciones juradas.
Por eso la gente tiene miedo de hablar o manifestarse contra el gobierno. ¿Cuánta gente tiene pánico de hablar por teléfono o mandar un mail por miedo a tener pinchado el teléfono o los mails? Aquí se ha establecido un sistema de terror contra los ciudadanos que van desde el uso de instituciones oficiales como mecanismo de presión, pasando por las guarangadas de un funcionario con rango de secretario hasta llegar a mandar a fuerzas de choque cuando alguien sale a la calle a manifestar. Recuerde el lector cuando D'Elía salió a repartir trompadas para desalojar la Plaza de Mayo cuando el conflicto con el campo, o las fuerzas de choque que fueron a la Quinta de Olivos el sábado que detuvieron a de Angelis por cortar la ruta.
Es obvio que el caso Macri tiene un profundo olor a típica operación, igual que le pasó a De Narváez en plena campaña electoral del año pasado o a Enrique Olivera cuando lo acusaron de tener una cuenta en el exterior y luego se aclaró que no tenía ninguna cuenta y que el que lo había denunciado había mentido.
Pero volviendo al tema de los debates en televisión, observé dos cosas. En primer lugar que la mayoría de los periodistas que entrevistaban a Macri, por no decir todos, no se habían tomado el trabajo de leer el fallo de la Cámara. El grado de superficialidad con que preguntan es pavoroso. En segundo lugar los legisladores de la ciudad opositores tampoco deben haber leído el fallo de la Cámara porque si lo hubiesen leído y actuaran de buena fe no puede salir a crucificar a Macri tan rápidamente, porque así como ellos lo crucifican hoy, mañana los van a crucificar a ellos.
Otro tema que quedó en evidencia de esos debates es el alto grado de resentimiento, revanchismo y necedad con que hablan del tema llevando la cuestión a la represión de la década del 70. Con una facilidad espeluznante relacionan el caso de las escuchas en la Ciudad, con el gobierno militar.
Un párrafo aparte merece la postura de Carrió, que siendo abogada no puede decir que el fallo de la Cámara es impecable. Si para Carrió este es el tipo de justicia que debe imperar en la Argentina, entonces no tienen demasiadas diferencias con los Kirchner en su forma de entender el Estado de derecho. Con su postura y la de algunos de sus legisladores, Carrió deja de ser creíble en su discurso del contrato moral. Sería bueno que, sin mucha demora, rectifique su afirmación y no defienda a Macri, sino la existencia de una justicia independiente.
A esta altura de la nota vale la pena hacer una aclaración. A Mauricio Macri lo traté una sola vez en su casa, varios años atrás, cuando me invitó a desayunar e intercambiar ideas sobre el país. Una reunión de no más de una hora u hora y media. De manera que las líneas que estoy escribiendo no se fundan en una relación personal con el Jefe de Gobierno y mucho menos en una militancia mía en el PRO, porque no la tengo. Estas líneas solo pretenden manifestar mi profunda preocupación por la ausencia de una justicia confiable. De una oposición que parecía defender la institucionalidad del país y ahora sale con que como la Cámara lo dijo está bien, cuando basta asignarle una hora como máximo para leer unas 12 páginas que le dedica el fallo al caso Macri, para alarmarse con la facilidad con que aquí se puede procesar a una persona, basándose solo en "se sabía" (sin decir quién sabía) que tal cosa o la otra. O haciendo un carácter transitivo por el cual si A conoce a B, y B conoce a C, A no puede desconocer lo que hace C, argumento que usa la Cámara para confirmar el procesamiento del Jefe de Gobierno.
Empresarios que son apretados si no obedecen las órdenes del mandamás. Servicios de inteligencia que controlan a los ciudadanos. Organismos públicos que persiguen a contribuyentes por opinar diferente. Fuerzas de choque financiadas con la plata de esos mismos contribuyentes que son perseguidos. Parodias de juicio a periodistas que no piensan como el gobierno. Diarios opositores acosados con mil artimañas. Pánico en la gente de hablar por teléfono por si lo tiene pinchado. Actitudes de violencia para impedir actos de opositores como sufrieron Eduardo Duhalde, su señora esposa o Felipe Solá. ¿Qué es todo esto si no un primer paso hacia el terrorismo de estado, en que se usa el monopolio de la fuerza que se le delegó al Estado para atacar sistemáticamente a un sector de la sociedad, que es el que piensa diferente?
Hitler nunca dijo lo que pensaba anular la democracia hasta que llegó al poder y luego hizo una parodia de democracia para justificar sus barbaridades. Fidel Castro nunca se declaró comunista hasta que tuvo asegurado el poder y luego estableció una de las dictaduras más crueles y sangrientas de la historia. Ningún déspota ha declarado de antemano sus intenciones porque de ser así no tendría ni el apoyo de la población ni el de algunos de sus seguidores. Actúan solapadamente y mintiendo. Y luego, una vez que tienen el poder en sus manos, terminan asumiendo el poder absoluto y coartando todas las libertades.
Unos días atrás veía una vieja película sobre uno de los juicios de Nuremberg en que se juzga a los jueces que habían actuado bajo el gobierno nazi. Spencer Tracy encarna al magistrado norteamericano que juzga al juez supremo del nazismo, papel interpretado por Burt Lancaster, un hombre que en su momento había sido muy respetado por sus conocimientos de derecho. Hacia el final de la película, el ex juez alemán, habiendo sido sentenciado porque reconoce su culpabilidad, pide hablar con el juez americano. El americano lo va a ver a la cárcel y el ex juez nazi le dice que él nunca había imaginado que el régimen nazi podía llegar a cometer tantas atrocidades. El juez americano le contestó: siendo Ud. una persona que conoce de derecho, sabía que al primer fallo injusto que Ud. emitiera todo iba a terminar en una tragedia.
El caso Macri no es relevante en términos de si pierde su cargo o no. Lo relevante es que debería ser un fuerte llamado de atención de lo que le puede esperar a la Argentina si su población no despierta a tiempo de los atropellos institucionales que vive la república. Acá el tema del tipo de cambio ha dejado de ser relevante, porque lo que está en juego es el futuro de las más elementales libertades civiles.
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