Los sistemas políticos que permiten a hombres aferrados al poder, seguir
indefinidamente en su riña política, generan tensiones sociales y derivan
en anarquía institucional, como el unicato, el caudillismo o la dictadura,
violando el espíritu republicano y democrático. Los hombres tienen las
falencias propias de su naturaleza, que no deben ser ignoradas.
La Constitución de 1860, instituyó nuestro actual sistema político,
que derivó en una sucesión de luchas más o menos sanguinarias. El siglo
XIX las tuvo; en el siglo XX fueron un desborde y el siglo XXI se inicia
con golpes de palacio y graves tensiones sociales. El problema es del
sistema.
EEUU después de las cuatro presidencias del populista F. D. Roosevelt,
enmendó su sistema prohibiendo la reelección después de dos períodos.
La afín reforma de Argentina demuestra no ser suficiente y es violada en
su espíritu republicano, democrático y federal. El sistema político
presidencial argentino sigue siendo autoritario, unitarista, impide legal y
operativamente el cambio pacífico de las autoridades cuando lo requiere la
ciudadanía y, el pueblo no gobierna ni tiene posibilidad de controlar el
cumplimiento del mandato que otorgó a sus representantes.
Mantener vigentes las actuales normas constitucionales, es arriesgar
seguir viviendo en el grave descalabro político que padecemos.
18/06/10
Dr. Marcelo Castro Corbat
www.centrosegundarepublica.blogspot.com
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