Carta de amor a María José, las manos que derrotan a todos los inviernos

De: Antonio Marín Segovia







Carta de amor a María José, las manos que derrotan a todos los inviernos
Hoy, después de mirar a mi gata callejera y correr veloz hacia mi trabajo, aunque no estabas, he sentido tus manos en mi nuca, en mis hombros, en mi rostro…
Sabes bien, cariño mío, que todo el mundo tiene mil amigos virtuales, mil deseos públicos, mil amantes secretos, mil promesas perfectas, mil sonrientes veranos… pero pocos pueden sentir tu calor silencioso, tus abrazos inesperados….
Lo virtual se ha puesto de moda y todo lo superficial e instantáneo tiene mucho éxito, a pesar de que ningún árbol puede crecer sin un buen terreno, sin sol, sin lluvia, sin la compañía de los pájaros, sin paciencia y constantes caricias… Ya no hay tiempo nunca. Ya no hay necesidad de olvidarse de las prisas para poder perderse en el corazón de nuestra amada… De ti.
Tu cuerpo, es patria única y sin gobierno. Tu cuerpo es el mejor jardín cerrado, el único vergel que me protege de la vanidad, de la ira, de la avaricia, de la necedad, de todas esas banderas rotas y sin alma que los gobiernos colocan en sus palacios…
Hay muchas y hermosas mentiras y también hay muchas locuras tristes, que contaminan nuestras relaciones, que nos separan de las miradas y los besos, los únicos alimentos que debemos tomar a diario y sin receta médica.
Por eso yo quiero salvar el muro del jardín, el muro humilde que nos mantiene lejos del mundo. Yo necesito que tú corazón y tus ojos sean mi piel y mi voz.
El amor no necesita de palabras redondas ni de discursos oficiales, aunque siempre es bueno escribir tu nombre, dulce María José, con la luz del deseo, con el invisible fuego que dibuja el pájaro que anida en todos los que no moriremos nunca.
Tus manos saben desnudar al sol nuestro, para que el invierno desaparezca. Y tu amor es lo único que necesito para sentirme vivo y más libre que cualquier montaña.

Antonio Marín Segovia 

No hay comentarios:

Publicar un comentario