Mientras que los ayuntamientos tengan competencia para conceder licencias, recalificar terreno... los atropellos y atentados que sufre el litoral y muchas ciudades costeras y del interior, seguirán siendo una bochornosa y triste realidad, dada la enorme lentitud de la Justicia y la carencia de medios que los colectivos cívicos y el ciudadano en general tiene para combatir tanta irregularidad urbanística y ambiental.
Urge que se modifiquen las leyes urbanísticas, y se creen organismos nacionales, compuestos por personal cualificado y alejado de los intereses políticos locales, en aras a evitar el caos y los disparates urbanísticos que se han cometido (y siguen cometiéndose) en toda nuestra costa y en innumerables poblaciones.
El inadecuado e intolerable crecimiento urbanístico que han experimentado numerosas poblaciones en todo el territorio español, carece de sentido, y va a generar numerosos problemas de financiación y de convivencia a las generaciones presentes y futuras. Por eso, insistimos en que el Congreso de los Diputados, la Fiscalía General del Estado, el Ministerio de Justicia, el Defensor del Pueblo... tomen medidas urgentes para canalizar las magníficas, operativas y eficaces iniciativas y propuestas de todos los colectivos ecologistas y asociaciones dedicadas a la defensa del Territorio y el Paisaje, en aras a detener los innumerables abusos y disparates que un urbanismo desaforado e incontrolado ha creado.
Adjuntamos a continuación algunas reflexiones y propuestas, solicitando que se valore la posibilidad de que los ayuntamientos dejen de tener competencias en materia urbanística y ambiental, dado el alto índice de delitos, infracciones y atentados que han permitido y cometido de forma directa o indirecta.
Modificar las leyes para detener la degradación en nuestro litoral, en nuestras ciudades, en nuestro patrimonio ambiental es una medida urgente que debe ser asumida por todas las instituciones, contando siempre con el concurso y colaboración de las entidades cívicas que llevan años y años trabajando para lograr un espacio, un ambiente vital amable y adecuado para todos.
Es preciso que el gobierno de España y todas las instituciones judiciales, políticas y administrativas aunen esfuerzos y escuchen a los colectivos dedicados a fomentar y favorecer un desarrollo sostenible, entidades alejadas de las políticas del ladrillazo y la avaricia de unos pocos constructores y políticos corruptos, que tanto daño han hecho (y todavía hacen) a la estabilidad económica, a la dignidad emocional de las personas.
Antonio Marín Segovia
Presidente
Cercle Obert de Benicalap
Iniciativas Sociales y Culturales de Futuro
Réquien por el litoral
SUSANA QUADRADO* : En la costa de la Comunidad Valenciana está sucediendo algo realmente fantasmagórico pero encarnizadamente real. Y te acercas y te vas, como dice la canción de Serrat. Más bien huyes. Aprietas a correr con el miedo de que tanto atropello urbanístico actúe como la onda expansiva que produce una piedra cuando la lanzas a un mar en calma. ¡Qué le voy a hacer si yo nací en el Mediterráneo! El urbanismo caníbal, sinvergüenza, sigue descuartizando el paisaje. Sin ánimo de molestar, un adiós a la Costa de Azahar no es un hasta luego. Es un hasta nunca. Bravo por el neodesarrollismo. ¿Por qué no seguimos arrasando el territorio, un bien irrecuperable, e hipotecamos el futuro de otras generaciones?
Hoy por hoy, treinta años después de los desmanes de los años 60 y 70, nada ha cambiado. Todo ha empeorado. Vinaròs, Benicarló, Peñíscola, Orpesa, Alcossebre, Cullera, Xàbia, Altea, Elx... El ritmo de construcción ha sido (y sigue siendo, con permiso de la crisis) mucho mayor que en las décadas del desarrollismo. La maquinaria pesada ha continuado surcando todo solar que se ha puesto a tiro, y lo más triste es que sigue prosperando sin oposición el feroz frenesí de construir, construir y construir.
¿Por qué nadie dice ni mu? ¿Dónde están la intelectualidad, los urbanistas, los arquitectos, los naturalistas, ¡los políticos!, los ciudadanos que en los años 80 clamaron contra estas aberraciones? ¿Hacia dónde miran los defensores de las esencias patrias, de la identidad? La respuesta me la da un valenciano: "Aquí todos se han enriquecido de forma rápida y fácil. Pero nadie está ciego. Hay un sentimiento de culpabilidad compartida pero se cubre con un manto de silencio".
La crisis amenaza con matar la gallina de los huevos de oro mientras el litoral se erige en firme candidato a museo de los horrores. Los apartamentos no se llenan en temporada alta ni con el Imserso, los pisos turísticos no se venden ni regalados (tres habitaciones en Benicarló, 100.000 euros) y los esqueletos enladrillados de promociones enteras se exhiben sobre el terreno como metáforas del gran error cometido. Calles sin sol, urbanizaciones sin aire, avenidas paralelas a la playa sin un acceso a la arena en kilómetros... El imperio del todo vale.
El riesgo ahora es que quedan millones de metros cuadrados recalificados y listos para que los construya quien tenga dinero, si puede -y se atreve-. Si no lo hacen ahora, lo harán en unos años. El lobby inmobiliario siempre estará a la altura de las circunstancias..., también algunos alcaldes. Por eso es importante aprovechar el impasse de la crisis para cambiar un modelo que se ha ido engrasando con la especulación y la pasividad, la complicidad -y en demasiadas ocasiones la corrupción- de las administraciones locales y autonómicas. Sin vergüenza, ¡ay, el Mediterráneo!
* La Vanguardia - Opinión - 17.04.09
Hoy por hoy, treinta años después de los desmanes de los años 60 y 70, nada ha cambiado. Todo ha empeorado. Vinaròs, Benicarló, Peñíscola, Orpesa, Alcossebre, Cullera, Xàbia, Altea, Elx... El ritmo de construcción ha sido (y sigue siendo, con permiso de la crisis) mucho mayor que en las décadas del desarrollismo. La maquinaria pesada ha continuado surcando todo solar que se ha puesto a tiro, y lo más triste es que sigue prosperando sin oposición el feroz frenesí de construir, construir y construir.
¿Por qué nadie dice ni mu? ¿Dónde están la intelectualidad, los urbanistas, los arquitectos, los naturalistas, ¡los políticos!, los ciudadanos que en los años 80 clamaron contra estas aberraciones? ¿Hacia dónde miran los defensores de las esencias patrias, de la identidad? La respuesta me la da un valenciano: "Aquí todos se han enriquecido de forma rápida y fácil. Pero nadie está ciego. Hay un sentimiento de culpabilidad compartida pero se cubre con un manto de silencio".
La crisis amenaza con matar la gallina de los huevos de oro mientras el litoral se erige en firme candidato a museo de los horrores. Los apartamentos no se llenan en temporada alta ni con el Imserso, los pisos turísticos no se venden ni regalados (tres habitaciones en Benicarló, 100.000 euros) y los esqueletos enladrillados de promociones enteras se exhiben sobre el terreno como metáforas del gran error cometido. Calles sin sol, urbanizaciones sin aire, avenidas paralelas a la playa sin un acceso a la arena en kilómetros... El imperio del todo vale.
El riesgo ahora es que quedan millones de metros cuadrados recalificados y listos para que los construya quien tenga dinero, si puede -y se atreve-. Si no lo hacen ahora, lo harán en unos años. El lobby inmobiliario siempre estará a la altura de las circunstancias..., también algunos alcaldes. Por eso es importante aprovechar el impasse de la crisis para cambiar un modelo que se ha ido engrasando con la especulación y la pasividad, la complicidad -y en demasiadas ocasiones la corrupción- de las administraciones locales y autonómicas. Sin vergüenza, ¡ay, el Mediterráneo!
* La Vanguardia - Opinión - 17.04.09
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