De: Almagro Nestor
BIEN
SENTIDO COMÚN
SENTIDO COMÚN
SITIO
BIEN COMÚN
Hasta que no nos sea posible abordar al territorio del alma con naturalidad, no podremos comprender la verdadera magnitud del bien común, para ello es imprescindible percibir la totalidad del ser incluyendo los cuerpos sutiles. Donde lo intangible y lo tangible conviven en plena unión eterno temporal.
Las características que poseen los grupos de pertenencia encubren frecuentemente los efectos del egocentrismo y ocultan su poder discriminatorio; haciéndonos creer que nuestro grupo es superior a los demás. También los enfrentamientos religiosos o interreligiosos, políticos o interpartidarios, culturales, raciales, etc. son éso, enfrentamientos de opuestos que sostienen sus creencias a rajatabla, basados en la fe ciega y sin saber en profundidad que el verdadero valor reside en el bien común. Entendamos que el personalismo agita las aguas de la incomprensión desde el inconsciente, afectando en consecuencia la vitalidad del organismo social.
Así como la tecnología moderna puede aprovechar la energía resultante de la fuerza de frenado de un vehículo, del mismo modo, la humanidadad, deberá considerar la posibilidad de realizar un reciclaje adecuado de las fuerzas de confrontación, que tanto nos desgastan a todos y contaminan a la naturaleza. Considerando que dicho enfrentamiento de opuestos mueve cifras inimaginables estimulando la fantasía y la di-versión, moviendo con celeridad los distractores basados en el condicionamiento, con el fin espúreo de no dejarnos ver lo real y trascendente que habita en todas las cosas. El hombre y las circunstancias, Ortega y Gasset.
Darse cuenta para estar despierto, decía Jiddu Krishnamurti e implica ser cautos como una serpiente y arteros como un pájaro al atrapar su presa en pleno vuelo. Entendamos que la especulación nos invita a gozar del bien personal en detrimento del bien común y tal actitud nos perpetúa en el conflicto por efecto del egocentrismo, sin generar un atisbo de conciencia. Si la incomodidad nos invita al crecimiento tanto en lo individual como en lo social, dar el salto evolutivo necesario, implica poder salir del sueño del personalismo, para despertar a la impersonalidad manifestada en bien común.
El esfuerzo por ejercer el control mediante la represión apaga inmediatamente el aura humana; muy especialmente si quien lo ejerce coloca las palmas de las manos hacia abajo; mas cuando entendemos el valor del dar y recibir simultáneo, giramos las manos y al hacerlo se expande al instante la luminosidad del ser. Nos falta memoria para recordar que lo sutil existe antes de lo denso y lo determina.
Lao Tsé decía, el camino del atajo no es el camino real. El camino del atajo nos otorga una visión tangencial de la realidad, o sea, que nos perpetúa en el conflicto, sin alcanzar a percibir que la ficción es exáctamente opuesta a la realidad trascendente. Si nuestras conductas no son revisadas habitualmente a la luz de una conciencia esclarecida, en calma, sólo expresán confusión por el efecto que producen los impulsos que provienen del inconsciente.
Plantearnos la idea del bien común sin la existencia del prójimo carece de sentido. Es obvio que hemos sido educados, por no decir domesticados, para alcanzar el desarrollo del bien personal en detrimento del bien común. Por momentos llegamos a caer en la confusión de sentir alegría ante el daño ajeno, pero la dañabilidad se resuelve sólo con la indañabilidad. Cuando nuestras conductas son revisadas mediante la observación de la expansión o retracción de los cuerpos sutiles, manifiestan cualitativamente el valor de la conciencia y permiten una acción consciente. El camino de la observación interior es inagotable y otorga rasgos evolutivos a la comprensión del cómo y por qué suceden las cosas.
El bien común jerarquiza a la conducta humana a su máxima expresión y saca al ser humano actual de su condición de humanoide con la cual en ocasiones ofende a la conducta animal. En sí mismo, el bien común representa un salto cualitativo de la conciencia y no surge por generación espontánea, sino por necesidad interior. Ocurre que al estar divididos entre lo que deseamos y no deseamos, dicha dualidad nos aleja a distancias siderales del bien común y es entonces cuando debemos retornar al centro a la brevedad. Jiddu Krishnamurti dijo: Lo que en mi desea no es el Yo Real. Como así, Anatole France dijo: Comprender es Amar. Entendiendo que el bien común nos hace nutrir de la unidad del Amor Universal, sin separatividad alguna. La solidaridad surge en consecuencia y se multiplica al instante en la acción consciente.
SENTIDO COMÚN
El sentido común es el menos común de los sentidos y la medida de lo posible. Desarrollar el sentido común, es aumentar nuestra percepción hasta que nos es posible captar la totalidad viviente del prójimo, con cuerpo, alma y espíritu; como un hermano existencial que comparte nuestro destino de vivir y de morir. Al tener el ser humano abolido el sentido común por efecto del materialismo, tendemos a basamos en suposiciones y creencias, alejándonos de la verdad. Con gran prontitud decretamos aquello que debe suceder y aquello que no deseamos que suceda, y cuando ocurre lo contrario caemos en estado de pánico. Tal confusión transforma a un grupo de personas en un arquipiélago, donde cada uno queda aislado respecto a los demás por efecto del personalismo. Dicho estado produce en ocasiones angustia y ansiedad con simultaneidad, como manifestación del temor al pasado y al futuro respectivamente. Mientras la mente parlotea, el presente se diluye sin ser percibido como porción de eternidad funcionante. El personalismo se comporta como inhibidor del sentido común, anulando la percepción profunda desde las primeras etapas de la vida.
Para darle una nueva jerarquía a la educación no hace falta diponer de la gran tecnología, hace falta más amor y es imprescindible que los docentes aprendan a captar la totalidad del ser en sus alumnos y viceversa, para generar una nueva calidad comunicacional entre ambos. Lo mismo ocurre en la relación padres e hijos.
El ser identificado proyecta, dijo Harish Johari, esta enseñanza breve y maravillosa expresa la raíz de la violencia social existente. El impedimento para alcanzar una sana convivencia social lo pone el personalismo, quien por su carácter apropiativo ha hecho una acumulación cuantitativa del conocimiento y entonces, nos impide hacerlo por temor a perder la identidad. Cada confrontación es en sí misma, una proyección inconsciente de conflictos no resueltos con amor y por amor al prójimo. Todo aquello que no ha sido resuelto se proyecta con facilidad hacia el otro, al no sentir su otredad. Sólo al comenzar a percibir los cuerpos sutiles del prójimo nos es posible aplacar nuestra violencia interna y por lo tanto, empezamos a dejar de proyectarla en los demás. Bajo tales circunstancias, los quereres polares dejan paso a la fuerza unitiva del Amor Universal, como expresión del Creador obrando como Gran Indiscriminador sobre el alma del hombre humilde. Crecer en el amor es aumentar nuestro grado de percepción de la Luz.
El desarrollo progresivo del sentido común irá poniendo a la humanidad en condiciones de alcanzar una nueva calidad de convivencia, pero para ello es imprescindible poder encontrar el común denominador al pensamiento fraccionario, que nos invita a la separatividad.
David Thoreau dijo: Lo necesario es mejor que lo superfluo. No lo entendieron en su época y tampoco se lo entiende todavía. La acumulación exsacerba el egocentrismo por estar basada en el temor a no tener y ahoga al ser. La personalidad o ego nos hace creer que con el proceso acumulativo tendremos seguridad un día no lejano, nada mas falso. Invertimos los mejores años de nuestra existencia en un viaje a ningún lugar, caminanto a tientas y a ciegas detrás de lo ilusorio. Acumulando lo innecesario andamos totalmente carenciados de lo real y verdadero. Nos parecemos al burro que trata de comerse la zanahoria atada al palo que sostiene el carruaje. Debe quedarnos bien claro que para abordar en profundidad el significado del bien común no debemos hacerlo con la mente, sino con el alma.
SITIO COMÚN
El sitio común depende del grado de evolución de la conciencia. En la medida que somos capaces de abrir nuestro círculo de amor, mayor es la cantidad de almas que lo integran. Este proceso aunque sea aparentemente lento, tiene una dinámica incontenible. Al empezar a trabajar en nuestro interior, el primer referente que tenemos fuera de nosotros mismos es el círculo de pertenencia compuesto por los familiares y amigos íntimos, pero en la medida que nuestra capacidad de amar aumenta, el sitio común se abre e integra al barrio o comunidad a la que pertenecemos, también a la ciudad o provincia a la que pertenecemos y luego de un tiempo considerable, podemos sentir que los cuatro puntos cardinales no nos separan sino que nos unen en un destino común como nación. Mas tarde, los problemas o necesidades compartidas con los países vecinos nos integran en un sitio común de mayor magnitud en cuanto a solidaridad y entendimiento, hasta que en pasos sucesivos alcanzamos a comprender el valor de la conciencia continental y finalmente abordamos a la conciecia platenaria. Como es de apreciar, no es un tema resuelto todavía, al punto de poder afirmar con tranquilidad, que ser humanos es una materia pendiente para toda la humanidad
Entendamos que por dar un ejemplo, hoy Europa no puede abrir su corazón a los inmigrantes africanos o de otros sitios del planeta por temor. Pareciera que a veces la cultura nos hace incultos y hasta analfabetos en materia de amor al prójimo. Es un problema verbal, una cosa es hablar acerca del sitio común y otra muy distinta, es amar al prójimo como a uno mismo, para luego compartir con alegría nuestro destino de vivir y de morir con los demás. Cuando llegamos a este punto, alcanza una relevancia totalmente diferente el valor de la ecología, porque nos permite comprender que todos somos responsables del cuidado de nuestra casa planetaria, por el ser el sitio común a compartir. Hacernos los distraídos al respecto puede ser más que peligroso para la supervivencia de las futuras generaciones. Considerando que el carácter apropiativo del materialismo trata de repartirse en porciones el planeta, sin respetar a nadie, ya sean gobiernos, ONGs, organismos internacionales, personalidades relevantes en la defensa de los DDHH, etnias originarias, foros internacionales, asambleas ciudadanas, etc. Pero no debemos olvidar que la conciencia ecológica se multiplica exponencialmente a cada instante. La misma, nos invita a ver al planeta como nuestro Sitio Común, y a comprometernos con el mismo como un signo de los tiempos, dicho fenómeno evolutivo, se está tornando en una fuerza incontenible para quienes ostentan el poder efímero asociado a las grandes corporaciones.
Juntos podemos comprender que detrás del poder se oculta la debilidad que otorga el egocentrismo materialista, quien como forma perimida de dominación estimula el extractivismo, el saqueo y la contaminación planetaria. Las generaciones jóvenes cada vez mas practican el desapego con naturalidad. Por lo tanto, si lográramos ser responsables de cuidar los cuatro elementos de la naturaleza: fuego, agua, aire y tierra, estaríamos en condiciones de multiplicar la fuerza respectiva a cada uno de los mismos. Ésto nos será posible mediante el desarrollo de la voluntad de servir, de la práctica coherente de la observación profunda, del sentir desde la solidaridad y el amor a todos los seres vivos, y del pensar con claridad de conciencia, respetando las Leyes de la Naturaleza. Para alcanzar tal fin, nos será necesario aprender a sanear nuestros ríos internos, formados por las arterias, venas y linfáticos quitándoles los efectos del miedo, el odio, la angustia y de otros contaminantes tóxicos, para luego entender que es posible sanear nuestro planeta de los efectos de la contaminación y la ignorancia. Por lo tanto, es imprescindible compreder que la depuración interna será el principio y el fin de la sanación planetaria. La paz se construye con nuestro compromiso cotidiano con la Viva. Vivir en el Ser es servir al Amor.
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