De: Néstor
LA LEY DEL AMOR
Mahatma Gandhi
El amor es la mayor fuerza del mundo y, al mismo tiempo, la más humilde que se pueda imaginar.
Si el amor o la no violencia no es la ley de nuestro ser, todos mis argumentos se hacen añicos.
La humanidad tiene que salir de la violencia sólo a través de la no violencia.
El odio puede ser vencido únicamente por el amor. El contra-odio sólo incrementa la superficie y la profundidad del odio.
La ley del amor
Sólo esa ley suprema puede dar un sentido a nuestra vida y establecer la armonía indispensable all funcionamiento del rodaje social. Y, si debe ser ésa nuestra ley, hemos de esforzarnos cuanto podamos para que sea la norma de nuestra vida cotidiana. Siempre que surge la discordia, que choca uno con la oposición, hay que intentar vencer al adversario con el amor. Toda mi vida he recurrido a este medio elemental para solucionar numerosos problemas. Esto no significa que haya solucionado todas mis dificultades. Lo único que he conseguido es descubrir sencillamente que la ley del amor es más eficaz que la voz de la violencia.
El hecho de que sigan viviendo todavía tantos hombres en nuestro planeta, demuestra que el mundo tiene como fundamento, no ya la fuerza de las armas sino la de la verdad y del amor. El hecho de que nuestro mundo siga viviendo todavía, a pesar de tantas guerras, demuestra palpablemente y de la manera más irrefutable que esta fuerza es victoriosa.
La que rige a la humanidad es la ley del amor. Si la violencia, o sea, el odio nos hubiera regido, nos habríamos extinguido hace muchísimo tiempo. Y sin embargo, la tragedia de ello es que en la llamada civilización, los hombres y las naciones se conducen como si la base de la sociedad fuese la violencia.
La existencia de millones de hombres depende de la intervención sumamente eficaz de esta fuerza. Gracias a ella vemos cómo se disipan las pequeñas peleas que entorpecen la vida cotidiana de millones de familias. Centenares de pueblos viven en paz. Este hecho no lo reseña ni puede reseñarlo la historia. La historia, como es lógico, registra los acontecimientos que corresponden a una detención momentánea en el funcionamiento de esa fuerza del amor o fuerza del alma. Riñen dos hermanos; uno de ellos se arrepiente y despierta así aquel amor que dormitaba en él: los dos viven de nuevo en paz. De este episodio no hay nadie que tome nota. Por el contrario, la prensa recogerá enseguida el hecho, hablarán de él todos los vecinos y hasta la historia conservará en parte su recuerdo, si esos dos hermanos recurren a la guerra o, lo que es otra forma de intervención brutal, apelan a la justicia, tras una consulta con sus consejeros jurídicos o por cualquier otra razón. Y esto, que es verdad en las familias y en las demás comunidades, no es menos cierto en Ias naciones. Nada nos autoriza a creer que las naciones son gobernadas por una ley distinta de la de las familias. De este modo, la historia se contenta con registrar las interrupciones que sufre el curso natural de las cosas. Pero como la fuerza del alma es natural, la historia no habla de ella.
En mis escritos no puedo tolerar la mínima concesión a la mentira. Estoy dispuesto a rechazar todo lo que se consiga con desmedro de la verdad y, por otra parte, estoy sólidamente convencido de que no hay más religión que la verdad. También sería inconcebible encontrar en mis escritos una sola nota de odio. ¿No es el amor lo que hace vivir al mundo? Donde no está presente el amor, no existe vida. La vida sin amor conduce a la muerte. El amor y la verdad representan las dos caras de una misma moneda. Estoy seguro de que por medio de estas dos fuerzas se puede conquistar el mundo entero.
Tras renunciar a la espada, no tengo otra cosa que ofrecer a mis adversarios que la copa del amor. Gracias a esta ofrenda, creo que me aproximaré a ellos. Considero inconcebible una enemistad perpetua entre los hombres. Y como creo en la teoría de la reencarnación, espero que podré en esta vida o en la siguiente reunir a toda la humanidad en un único vínculo de amistad.
Tomado de "Reflexiones sobre el Amor Incondicional" .
Mahatma Gandhi.
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